Herencia
Ellas que indagan y cuestionan
las que incomodan e insisten
las que dan voz a los ausentes,
van y vienen repitiendo como en coros in-mortales
alcanzando tonos epifánicos tras el eco que incesante replica:
«Que nos los devuelvan vivos, porque vivos se los llevaron»-
En los años ochenta hicieron rondas y plantones
tomando ejemplo de las luchadoras contra el olvido y el silencio de Plaza de Mayo.
Marcharon como heroínas, ante ejércitos mortuorios,
habitando las desiertas calles de la democracia.
Las señalaron de ser «el enemigo interno»
de un Estado que pretendía su silencio.
Ellas no callaron y gritaron con más fuerza
haciéndose sentir más allá de las fronteras.
Recopilaron nombres, hicieron listados,
reconstruyeron vidas y volvieron a denunciar
hasta que su grito se hizo ley,
descubrieron que el papel y sus decretos eran insuficientes,
promovieron a su vez la creación de mecanismos, herramientas e instituciones nuevas,
con el sublime objetivo de encontrarles.
Se multiplicaron, crecieron y también envejecieron,
algunas fallecieron y otras estoicas en pie de lucha
siguen preguntando:
y los desaparecidos dónde están?
Y ahí con sus lágrimas en derivas
y espirales trazando cauces
nos fueron encausando,
marcando el trayecto que recorren los ríos de la dignidad.
Esas voces, esos llantos,
esos gritos y esos cantos
esas memorias tercas que recuerdan
que encontrar a los desaparecidos es tarea primordial
para cesar el sufrimiento
para alcanzar el sueño de la anhelada verdad.
Una herencia incalculable,
son ejemplo universal.