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Si un poema no ha destrozado tu vida, no haz experiemntado la poesía

Arte poética, pena Capital

Por Antonio Erik Arellana Bautista

Hay autores que se enseñan en las escuelas como Rafael Pombo quién tiene una placa conmemorativa en el centro histórico de la ciudad, en el barrio la Candelaria y al que se le recuerda como un dandy de influencia europea que escribió para infantes los versos que durante décadas se repitieron en las escuelas de la ciudad. De salto en salto el renacuajo paseador pasó a ser recitado durante varias generaciones en eventos de primaria en Bogotá.

Es irónico que en el centro de Bogotá exista una calle que se llame María Mercedes Carranza, ¿la han leído?, ¿conocen sus versos sobre Dabeiba o Soacha y las masacres ocurridas en el país?, ¿saben de su suicidio? Ocurrió hace 20 años. La hija del poeta Eduardo Carranza, quien fue embajador de Colombia en Madrid y París, regresó a Colombia a estudiar filosofía y letras en la Universidad de los Andes e hizo parte de una generación de poetas denominada del “desencanto”. Entre ellos estaban Darío Jaramillo Agudelo, Juan Gustavo Cobo Borda y fue la misma María Mercedes quien impulsó que se hablara de Poesía en medios de comunicación masiva en Colombia. María Mercedes dirigió la Casa de poesía Silva, en el mismo barrio la Candelaria y durante años abrió espacios para que la Poesía y sobre todo generaciones de poetas tuvieran un refugio en Bogotá.

En esos bohemios encuentros de versos embebidos por la nostalgia en un país violento, María mercedes encontró el tono, la voz, la palabra precisa y el valor de acabar con su propia vida a pesar de los reconocimientos y de ser una de las pocas mujeres intelectuales a quienes se les respetó su apuesta literaria, la poesía como forma de vida y de muerte.

Aunque no es noticia que un poeta muera de hambre en Bogotá, porque no son leídos, y otros tantos que no son ni siquiera publicados, aunque están los auto-publicados. Para ellos el suicidio sería una redundancia.

La ciudad que amo se parece demasiado a mi vida;

Nos unen el cansancio y el tedio de la convivencia

Pero también la costumbre irremplazable y el viento.

María Mercedes Bogotá 1982

Y no solo desde el centro sino también es en las periferias de esta ciudad que se siente la poesía al margen, de su canto 24:

Soacha

Un pájaro

Negro husmea

Las sombras de

La vida.

Puede ser Dios

O el asesino:

Da lo mismo ya.

Es clara la perspectiva de la generación del desencanto, aunque también es importante decir aquí que Bogotá también fue habitada y descrita por poetas que amaron la vida y que fueron asesinados por sus voces emergentes, por sus versos que describían no de una manera tan florida como lo hacía Rafael Pombo o como lo describió Silva, una de las sombras más visibles de la ciudad, quien también acabó con su vida poniendo punto final con su suicidio.

De los poetas asesinados que aparecen en la recopilación la generación emboscada que habitaron Bogotá está Julio Daniel Chaparro, quien escribía para El Espectador y siendo uno de los cronistas más leídos del diario, autor de los versos en los que reconoce su propia muerte tiene un libro póstumo publicado por el Ministerio de Cultura e impulsado por la Fundación Fahrenheit 451 bajo el título Inquieta Certidumbre, antología poética y periodística, Julio Daniel Chaparro 1962 – 1991.

Si una noche cualquiera me encuentran muerto en una calle

Y ven mi boca repleta de insectos rabiosos

Trabajando en mi lengua,

No me sufran.

Irónicamente afirmaba García Márquez quien también fungió de poeta en Bogotá y quien en uno de los encuentros con Neruda reconoció su admiración por su poesía, se escribe para vencer a la muerte. La muerte, la vida y la poesía son una triada inseparable en Bogotá, en donde no se lee poesía porque a la gente le parece aburrida y por eso parece muerta o por lo menos suicida. Que ironía que en Bogotá una calle se llame María.

Poeta, documentalista, fotógrafo y periodista para medios nacionales e internacionales. Becario del PEN-Zentrum Alemania entre mayo de 2014 y agosto de 2017 en el programa Escritores en el Exilio, financiado por el Ministerio Alemán de Cultura y Medios. Ha publicado en Colombia una trilogía poética compuesta por "Tránsitos de un hijo al Alba" 2011, "Transeúntes y Migrantes" 2013 y "Travesía de la primavera" y un libro de relatos "Memorias vividas en Cuadernos de viaje". En Alemania participó en varias antologías de poetas por la libertad de expresión y sobre el tema de los migrantes en Europa. Publicó cuentos, relatos y artículos periodísticos. Su poesía ha sido traducida y publicada en alemán.